miércoles, 25 de diciembre de 2013

La Puerta del Sol (3)


Durante el siglo XIX esta plaza fue escenario de numerosos acontecimientos y cambios, reflejo de la historia del país y de la propia capital. El primero importante tuvo lugar el 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños se alzaron contra el dominio de las tropas de Napoleón que, en virtud del tratado de Fontainebleau, no solo habían ocupado Madrid y otras localidades españolas, sino que habían impuesto en el trono al rey José Bonaparte. El sangriento enfrentamiento contra los bien armados soldados franceses quedó simbolizado, en el escenario de la Puerta del Sol, en el cuadro de Goya denominado “La carga de los mamelucos” y en la plaza conmemorativa colocada en la fachada de la Casa de Correos.

                                



En las décadas sucesivas se dieron otros acontecimientos en la Puerta del Sol que ha recogido la historia de la ciudad. Entre ellos:

En 1812 la entrada triunfal del ejército vencedor en la guerra contra Napoleón, mandado por el Duque de Wellington y la Jura de la Constitución.
En 1822, cuando el carruaje de Fernando VII pasaba por la plaza, el cura Merino se plantó ante el monarca y, mostrándole un ejemplar de la Constitución de Cádiz, pronunció la frase que posteriormente se haría canción revolucionaria: “Trágala, tirano”. Este famoso cura fue el que, treinta años después, apuñaló  a la reina Isabel II.
En 1829 la plaza engalanada recibió a la cuarta y última esposa del rey, María Cristina. Y un año después, con motivo de la celebración del nacimiento de la princesa Isabel, se estrenó en España la iluminación por gas en toda la Puerta del Sol y calles adyacentes.
En 1834 se numeraron los locales y casas de Madrid, con un sistema de asignación que se basaba en la cercanía a la céntrica plaza de la Villa.
En 1854 acoge las manifestaciones y algaradas de la revolución de julio.
En 1860 se conmemoró en ella con una gran manifestación la victoria el 7 de febrero en la batalla de Tetuán. La reina Isabel II pronunció un discurso desde el balcón de Gobernación y por la noche se celebraron banquetes y fiestas en los cafés de la plaza.
El 10 de abril de 1865 la Guardia civil abrió fuego contra los estudiantes de la Universidad Central que daban una serenata en apoyo al rector de la Universidad destituído por el gobierno de Narváez junto con Castelar, Salmerón y otros catedráticos por motivos políticos. El trágico incidente quedó inscrito en la historia de Madrid como la Noche de San Daniel o Noche del Matadero.
Ese mismo año la reina Isabel II, con ocasión de su cumpleaños, inauguró el reloj que el relojero Losada había regalado al pueblo de Madrid y que se había colocado en una torre edificada sobre el edificio de Gobernación.
En 1878 se inaugura el alumbrado eléctrico en la Puerta del Sol.
En 1890 se celebró el paso del cortejo fúnebre que despidió al tenor navarro Julián Gayarre….
Son muchos los acontecimientos de toda índole que tuvieron lugar en la popular plaza y cuya enumeración no cabe en esta croniquilla.
De todo ello queda constancia en los escritos de los cronistas de Villa, en los artículos de los periodistas y en las narraciones de los escritores nacionales y de los visitantes extranjeros de la época, como Théophile Gautier, Fischer, Henry D. Inglys, Richard Ford, George Borrow, Edmundo de Amicis, Henry Blacburn y muchos otros que nos describen edificios, costumbres, personajes y el ambiente social de una plaza en la que conviven junto a viandantes, todo tipo de ciudadanos: desocupados, pregoneros, aguadores, cocheros, holgazanes, timadores, estudiantes, mendigos, cortesanas, floristas, pícaros, funcionarios, militares …Para todos, además de la calle y sus puestos de ventas y refrescos, había tiendas, confiterías, salones de te, librerías y los numerosos cafés que eran lugares habituales de reunión y tertulias de escritores, políticos y periodistas:
El Universal, ubicado en el número 14; el Levante, en el número 10; Lorencini, entre Carretas y Espoz y Mina; el de Correos, en cuya acera, llamada “de los repatriados”, se reunían los soldados que regresaban de la colonia de Cuba; el del Comercio, en la Casa Cordero; el Imperial, entre la Carrera de San Jerónimo y Alcalá; el Oriental, esquina a Preciados; el Colonial, lugar de reunión de los escritores de la Generación del 98…

Este era el escenario de la actividad madrileña. Lo había sido en siglos anteriores y lo fue en el XIX, tanto en la primera mitad como en la segunda cuando la plaza fue ampliada y modernizada. Para conocerlo con detalle, además de las narraciones antes citadas, y las fotografías, cuadros y revistas cómico-líricas que han llegado a nuestros días, es muy curioso el testimonio  de una obra titulada “El viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol”, publicada en 1874 en diversas entregas por el escritor Manuel  Ossorio.

Como consecuencia de la Guerra de la Independencia muchos edificios de la plaza habían quedado dañados. Apenas terminada la contienda, en 1815 un gran incendio de las casas que había entre las calles del Arenal y del Carmen, contribuyó a que se deteriora más el ambiente urbano y que los responsables municipales comenzaran a pensar en remodelar la plaza. La desamortización de Mendizábal tuvo como consecuencia que, a partir de 1836, se demolieran numerosos edificios religiosos y en la Puerta del Sol desparecieron la emblemáticas iglesias del Buen Suceso y  de Nuestra Señora de las Victorias y el monasterio de San Felipe el Real, cuyos solares se aprovecharían para aumentar las dimensiones de la Plaza en la remodelación a la que sería sometida a partir del comienzo de la segunda mitad del siglo. En esa época era una “plazuela desigual” de apenas 800 metros cuadrados que además de ser paso obligado de todos los madrileños que tenían que cruzar el centro de la ciudad, -según las crónicas -soportaba un tráfico de “3.950 carruajes y 1.414 caballerías”.  Por fin, en 1852 el ayuntamiento consideró una serie de reformas urbanas, entre ellas las que afectaban a la Puerta del Sol, considerada de “utilidad pública”. Sucesivos planes y las correspondientes demoras administrativas, aparte de las crisis políticas que vivía el país, hicieron que hasta el 28 de junio de 1858 no se aprobara definitivamente el proyecto de Lucio del Valle, José Morer y Juan Rivera. La superficie de la plaza se iba a aumentar a mas de 12.000 metros cuadrados, lo que suponía una obra de tal envergadura que, de todos los edificios entonces existentes en la plaza, solo quedarían en pie la Casa de Correos y la Casa Cordero levantada en 1841 en el solar que había ocupado el Monasterio de San Felipe, en la entrada de la calle Mayor. Las demoliciones dejaron un aspecto tan desolador que un autor de la época, Wenceslao Ayguals, comparó la zona con otro “Sebastopol bombardeado”.
                                


 El 5 de diciembre de 1858 se procedió a la construcción de la primera casa entre las calles Preciados y Carmen, y la reforma finalizó en el mes de junio de 1860. En ese mes, con la presencia de la Reina Isabel II,  se inauguró en el centro de la plaza una gran fuente monumental con un chorro de agua de 30 metros, del que el escritor Fernández y González comentó: “¡Oh maravilla de la civilización, que pone los ríos de pie!”….La fuente, conocida por los madrileños como “del chorro”, se encuentra hoy situada en el Retiro frente al Palacio de Cristal, en medio de un pequeño lago.  En 1862 se completó la pavimentación con adoquines en las aceras. La nueva plaza, de forma semi-elíptica, tenia un aspecto homogéneo con edificios lujosos de estructura similar y una altura de 30 metros. En ellos se instalaron los mejores hoteles de Madrid: la Fonda de los Príncipes, el Gran Hotel de Oriente, el de la Paz, el del Universo y el Gran Hotel de París. En 1863 se colocaron los primeros urinarios públicos de la ciudad, entre las calles Preciados y Arenal. El transporte colectivo se inauguró en 1854 con diversas líneas de ómnibus tirados por mulas. Los famosos “ripperts” facilitaban los traslados urbanos desde la Puerta del Sol a los diferentes barrios de la capital. La primera línea de tranvías, arrastrados por caballerías, hacía el trayecto entre la Puerta del Sol y el barrio de Salamanca. Los diarios de 1871 daban cuenta de la aparición de los primeros “trans-vias” eléctricos. La línea electrificadas se ampliaron  en 1898.
                                  



Por cierto que ese año las crónicas de sociedad contaban el acontecimiento de que en el Hotel Universal el día 31 de diciembre se tomaron 12 uvas coincidiendo con las doce campanadas del reloj de Gobernación. Pero ya un año antes los periódicos comentaban: “es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las 12 horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”. La tradición fija en el 31 de diciembre de 1896 la costumbre de tomar las uvas al compás de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol.
En el siglo XXI sigue manteniéndose la tradición. Deseamos a nuestros lectores que tengan una feliz ingestión de las uvas el próximo día 31 de diciembre del año de gracia de 2014.



domingo, 27 de octubre de 2013


Puerta del Sol 2


Aunque este arrabal extramuros de Madrid empieza a poblarse desde las últimas décadas del siglo XV, según referencias que aparecen en las actas del Concejo a finales de ese siglo, y va desarrollándose a lo largo de los siglos XVI y XVII, como nos indican las múltiples citas de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón, Moreto, Vélez de Guevara y otros escritores del Siglo de Oro, no empieza a adquirir importancia en la vida de la Corte hasta el siglo XVIII especialmente con la construcción de la Real Casa de Correos en 1747 y el motín de Esquilache algunos años después. En los escritos de Ramón de la Cruz encontramos muchas referencias a la Puerta del Sol en este siglo.

Ya desde 1701 la estrecha plaza fue testigo de las entradas y huidas de la Corte de Felipe de Anjou y el Archiduque  Carlos de Habsburgo, en las batallas que  libraron por el trono de España en la Guerra de Sucesión. El primero recibido por los madrileños con aclamaciones y simpatía y el austriaco con hostilidad y desprecio.  Tanto que el general francés Vendôme dijo “Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey” y el archiduque Carlos, ante cuyo paso se cerraban puertas y ventanas,  comentó: “Esta ciudad es un desierto"

Varias décadas después, en 1776, la Puerta del Sol, junto con la Plaza Mayor y la de Antón Martín, volvió a ser escenario de multitudinarias manifestaciones con ocasión del motín de Esquilache.

  
                                                                        Así vio GOYA el Motín

Unos años antes la plazuela había sido objeto de una ampliación para la construcción de un edificio que se mantiene en nuestros dias: la Casa deCorreos. 

Reinando Fernando VI el arquitecto madrileño Ventura Rodriguez recibió el encargo de edificarla pero, con la subida al trono de Carlos III en 1759,  fue el arquitecto francés Jacques Marquet el designado para construirla y a Ventura Rodriguez se le encomendaron los pisos. Aunque Marquet había venido a Madrid para encargarse de la pavimentación de la ciudad, trabajó también en Aranjuez y El Escorial. Pero la crítica popular comentó en relación con la ejecución de esta obras: “Al arquitecto la piedra, la casa al empedrador”

La Casa de Correos estaba destinada a la estafeta y correspondencia del Reino, pero el Conde de Aranda, gobernador del Consejo y capitán general de Madrid, hizo que en ella se colocara un gran “cuerpo de guardia o de prevención”, dada la situación estratégica  de la plaza en la entrada de la ciudad y como lugar de encuentro de los madrileños y escenario de posibles algaradas. El motin de Esquilache y los múltiples y variados sucesos que en la Puerta del Sol tendrían lugar en tiempos posteriores darían la razón al gobernador. Pero esta decisión de carácter militar o policial obligó a Marquet a sacrificar la colocación de una gran escalera principal, lo que dio lugar a la leyenda de que su falta se debió a un olvido del francés, que terminó su obra el año 1768.



Dibujo de la Casa de Correos del Senior de la Delegación de Madrid Antonio Hurtado de Mendoza


En el siglo XIX se levantó sobre el eje de la portada una torrecilla para colocar en ella el reloj que había estado en la vecina iglesia del Buen Suceso, derribada en 1854. Doce años mas tarde un relojero leonés establecido en Londres, José Rodríguuez Losada, construyó y regaló a Madrid el reloj que todavía funciona en lo que fue Real Casa de Correos y mas tarde Ministerio de la Gobernación, Dirección General de Seguridad y, por fin, sede del gobierno de la Comunidad de Madrid.
El reloj que ha dado desde entonces la hora oficial del pais y las tradicionales campanadas de los cambios de año, parece que en sus primeros tiempos no funcionaba muy bien y el gracejo madrileño pronto le aplicó un maledicente –y no siempre justo  - comentario:
                        
                                      “Este reló tan fatal
                                      que hay en la Puerta del Sol
                                      -dijo un turco a un español-
                                      ¿por qué funciona tan mal?”
                                      Y el español con desparpajo
                                      contestó cual perro viejo:
                                      Este reló es el espejo
                                      del Gobierno que hay debajo”.


Tanto durante la segunda mitad del siglo XVIII como en los dos siguientes la Puerta del Sol, al convertirse en escenario principal de la vida de la capital, ha sido objeto de muchas reformas y modificaciones. De ello se hablará en otro capítulo.

Pero las obras y urbanizaciones aun no han terminado. Precisamente el día 30 de septiembre pasado el Colegio de Arquitectos de Madrid, apoyado por el Ayuntamiento y la Comunidad, puso en marcha un nuevo proyecto de cambios, bajo el lema PIENSA SOL que se ha presentado como un foro de reflexión con debates abierto a los vecinos, comerciantes, sociólogos, historiadores y urbanistas  y un concurso internacional de ideas para recoger propuestas sobre como debe recuperarse y mejorar la Puerta del Sol, “foro destacado de la vida política y social española”, actual “lugar de paso” por el que cada año (se dice) transitan 50 millones de personas  y al que el Colegio de Arquitectos quiere convertir en “zona estancial”.

La idea ganadora se conocerá en 2014. Si nuestros lectores tienen algún proyecto especial pueden aportarlo. Esta es la ocasión. Y también de contemplar una interesante exposición en la sede del citado Colegio en la que se presenta una maqueta a escala 1:10 con fotografías, audiovisuales, información histórica y datos relevantes de la histórica Plaza.


                                                                                         

domingo, 6 de octubre de 2013

Puerta del Sol 1


Comenzamos la serie por la Puerta del Sol, una de las referencias mas conocidas y populares de la capital, aunque no de las mas antiguas ya que su existencia en la topografía y la historia de la Villa empieza en el siglo XV. Hasta entonces era un descampado en el que terminaba la calle Mayor y se iniciaban los caminos que llevaban a Alcalá de Henares, Vallecas, Fuencarral y Hortaleza.
Cuando el crecimiento y la expansión del poblado castellano, ya bajo el gobierno de los primeros Austrias, obligó a hacer una segunda muralla en el entorno de la población, se abrió una puerta por el lado oriental de la plaza, entre las actuales calles de Carretas y Montera, frente a la carrera de San Jerónimo.

El licenciado López de Hoyos escribiendo en 1570 sobre la Puerta del Sol, nos dice que “...ésta tuvo este nombre por dos razones; la primera porque está ella a Oriente y, en naciendo el sol, parece ilustrar y desparcir sus rayos por aquel espacio; la segunda porque cuando en España hubo aquellos alborotos, que comunmente llaman las Comunidades, este pueblo...fabricó un castillo, en el cual pusieron un sol encima de la puerta, que era el común tránsito y entrada de Madrid...”.

En el reinado de Felipe II comenzó la urbanización de esta plaza. El lugar, que era alargado y estrecho, tuvo a su alrededor en los siglos XVI y XVII un laberinto de callejas con “casas informes y mezquinas”, según Mesonero Romanos. Pero había allí también algunos edificios principales como la Inclusa, entre lo que hoy son las calles de Carmen y Preciados; que pronto fue demolido, el monasterio de San Felipe el Real, los conventos de Nuestra Señora de la Victoria y del Buen Suceso y la famosa fuente de la Mariblanca, como era popularmente conocido el monumento coronado por una estatua de Venus, en cuyos cuatro caños llenaban sus cántaros los aguadores.
  

La Puerta del Sol quedaba delimitada en el siglo XVII por dos espacios: el oriental protagonizado por la iglesia del Buen Suceso y el convento de Nuestra Señora de la Victoria y la parte occidental ocupada por el Monasterio de San Felipe. Se puede apreciar en esta reproducción del Plano de Madrid realizado en 1656 por el tipógrafo Pedro Teixeira.


El origen de la iglesia del Buen Suceso está en el Hospital Real de la Corte, que los Reyes Católicos habían fundado en Baza en 1489 para atender a las enfermedades y accidentes que ocurriesen a sus cortesanos. El emperador Carlos V lo trasladó definitivamente a Madrid en 1529 mandando edificarlo fuera de los muros de la ciudad, junto a la puerta del Sol, entre lo que hoy son la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo. Con el paso de los años el edificio fue modificado y enriquecido debido a las necesidades del culto y a las nuevas demandas asistenciales. El cronista Fernández de Herrera, al describir la vida de Bernardino de Obregón, hace la primera descripción de la iglesia:  “…se ha labrado un edificio grandioso, puesto en lo mejor de Madrid a la puerta que llaman del Sol, en el principio de la que llaman Carrera de San Jerónimo y el fin de la famosa calle Mayor….la iglesia hace frontera a la plazuela…con una fachada vistosa y opulenta….”. En el levantamiento del 2 de mayo de 1808 sufrió grandes daños convirtiéndose en un símbolo de la resistencia de los madrileños. En 1854 se derribó el edificio y en 2006 se encontraron sus cimientos que se pueden contemplar, debidamente acondicionada su exposición, en el acceso desde la estación de Cercanías a la del  Metro en  el complejo multimodal de Sol.

 Junto a la iglesia del Buen Suceso, entre la calle de la Victoria y la carrera de San Jerónimo se extendía el convento de Nuestra Señora de la Victoria, construido en 1561 con el  favor de la reina Isabel de Valois y que estuvo muy de moda durante los reinados de los reyes Felipe III y Felipe IV.

             

 Iglesias del Buen Suceso y de Nuestra Señora de la Victoria (siglo XVIII) (izquierda)
y del Buen Suceso en ilustración del siglo XIX (derecha)


Frente a la iglesia del Buen Suceso, se alzaba una airosa fuente, llamada de la Fe. Había sido diseñada por el escultor italiano Rutilio Gaci (1570-1634), autor también de otras fuentes monumentales en las plazas de las Descalzas Reales, del Salvador y de Puerta Cerrada. En el año 1625 se colocó en la parte superior de la fuente del la Puerta del Sol una bellísima escultura traída de Italia, y que por su blancura fue popularmente conocida como la “Mariblanca”. Y se mantuvo en lo alto de las sucesivas fuentes que fueron sustituyendo a la de la Fe. La última, obra del arquitecto madrileño Pedro de Ribera en 1727, fue llamada “de las Arpías” porque estaba compuesta por cuatro figuras que las representaban y que vertían agua por sus pechos. A partir de 1838 la fuente  fue objeto de diversos traslados y ubicaciones siempre con la Mariblanca en su parte superior, hasta que en 1984 se desmontó y la bella estatua italiana se guardó en el Museo de Historia de Madrid donde puede ser contemplada. El alcalde Tierno Galván mandó hacer una copia que se exhibió inicialmente en el mismo emplazamiento donde durante mas de dos siglos había estado la original. A partir de 2009, coincidiendo con la última reforma de la Puerta del Sol, la copia se ubicó en el comienzo de la calle del Arenal.

            

                                                              Fuente de la Mariblanca en el siglo XVIII

  
En el extremo de la plaza en que terminaba la calle Mayor, la principal de la Corte, esquina a lo que hoy es la calle de los Esparteros, había desde 1545 un convento llamado de San Felipe el Real, del que el rey Felipe II era un gran devoto. Este convento estaba edificado sobre una plataforma para salvar el desnivel del terreno. Debajo de esta plataforma, llamada lonja de San Felipe y a la que se accedía por unos escalones desde la calle Mayor, había unas covachuelas que servían de mercadillo en las que se vendían disciplinas, cilicios, juguetes, velas y todos tipo de fruslerías. En las gradas y en la Lonja se reclutaban soldados para la guerra de Flandes y allí también se congregaban los madrileños desocupados, buscones y cotillas de la Corte para, según decía el doctor Diego de Torres Villarroel, “atizar almas, encender conciencias, soplar créditos y desaliñar linajes”. No había en la ciudad noticias, sucesos o rumores, falsos o verdaderos, que no se comentaran en las Gradas de San Felipe, a las que Vélez de Guevara, denominaba  “…el mentidero de los soldados, de donde salen las nuevas primero que los sucesos…”


           Convento de San Felipe con su Mentidero.


El Convento y el “mentidero de Madrid”, maltratados durante la guerra de la Independencia,  desaparecieron en 1838 y en su solar se construyó el primer edificio de apartamentos de la ciudad, las llamadas Casas de Cordero.

Pero de lo que ocurrió en la Puerta del Sol a partir del siglo XVIII se escribirá en una próxima entrega.