Durante el siglo XIX esta plaza fue escenario de numerosos acontecimientos y cambios, reflejo de la historia del país y de la propia capital. El primero importante tuvo lugar el 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños se alzaron contra el dominio de las tropas de Napoleón que, en virtud del tratado de Fontainebleau, no solo habían ocupado Madrid y otras localidades españolas, sino que habían impuesto en el trono al rey José Bonaparte. El sangriento enfrentamiento contra los bien armados soldados franceses quedó simbolizado, en el escenario de la Puerta del Sol, en el cuadro de Goya denominado “La carga de los mamelucos” y en la plaza conmemorativa colocada en la fachada de la Casa de Correos.
En
las décadas sucesivas se dieron otros acontecimientos en la Puerta del Sol que
ha recogido la historia de la ciudad. Entre ellos:
En
1812 la entrada triunfal del ejército vencedor en la guerra contra Napoleón,
mandado por el Duque de Wellington y la Jura de la Constitución.
En 1822, cuando el carruaje de Fernando VII pasaba por la plaza, el cura Merino se plantó ante el monarca y, mostrándole un ejemplar de la Constitución de Cádiz, pronunció la frase que posteriormente se haría canción revolucionaria: “Trágala, tirano”. Este famoso cura fue el que, treinta años después, apuñaló a la reina Isabel II.
En 1822, cuando el carruaje de Fernando VII pasaba por la plaza, el cura Merino se plantó ante el monarca y, mostrándole un ejemplar de la Constitución de Cádiz, pronunció la frase que posteriormente se haría canción revolucionaria: “Trágala, tirano”. Este famoso cura fue el que, treinta años después, apuñaló a la reina Isabel II.
En
1829 la plaza engalanada recibió a la cuarta y última esposa del rey, María
Cristina. Y un año después, con motivo de la celebración del nacimiento de la
princesa Isabel, se estrenó en España la iluminación por gas en toda la Puerta
del Sol y calles adyacentes.
En
1834 se numeraron los locales y casas de Madrid, con un sistema de asignación
que se basaba en la cercanía a la céntrica plaza de la Villa.
En
1854 acoge las manifestaciones y algaradas de la revolución de julio.
En
1860 se conmemoró en ella con una gran manifestación la victoria el 7 de
febrero en la batalla de Tetuán. La reina Isabel II pronunció un discurso desde
el balcón de Gobernación y por la noche se celebraron banquetes y fiestas en
los cafés de la plaza.
El
10 de abril de 1865 la Guardia civil abrió fuego contra los estudiantes de la
Universidad Central que daban una serenata en apoyo al rector de la Universidad
destituído por el gobierno de Narváez junto con Castelar, Salmerón y otros
catedráticos por motivos políticos. El trágico incidente quedó inscrito en la
historia de Madrid como la Noche de San Daniel o Noche del Matadero.
Ese
mismo año la reina Isabel II, con ocasión de su cumpleaños, inauguró el reloj
que el relojero Losada había regalado al pueblo de Madrid y que se había colocado
en una torre edificada sobre el edificio de Gobernación.
En
1878 se inaugura el alumbrado eléctrico en la Puerta del Sol.
En
1890 se celebró el paso del cortejo fúnebre que despidió al tenor navarro
Julián Gayarre….
Son
muchos los acontecimientos de toda índole que tuvieron lugar en la popular
plaza y cuya enumeración no cabe en esta croniquilla.
De
todo ello queda constancia en los escritos de los cronistas de Villa, en los
artículos de los periodistas y en las narraciones de los escritores nacionales
y de los visitantes extranjeros de la época, como Théophile Gautier, Fischer,
Henry D. Inglys, Richard Ford, George Borrow, Edmundo de Amicis, Henry Blacburn
y muchos otros que nos describen edificios, costumbres, personajes y el
ambiente social de una plaza en la que conviven junto a viandantes, todo tipo
de ciudadanos: desocupados, pregoneros, aguadores, cocheros, holgazanes,
timadores, estudiantes, mendigos, cortesanas, floristas, pícaros, funcionarios,
militares …Para todos, además de la calle y sus puestos de ventas y refrescos,
había tiendas, confiterías, salones de te, librerías y los numerosos cafés que
eran lugares habituales de reunión y tertulias de escritores, políticos y
periodistas:
El
Universal, ubicado en el número 14; el Levante, en el número 10; Lorencini,
entre Carretas y Espoz y Mina; el de Correos, en cuya acera, llamada “de los
repatriados”, se reunían los soldados que regresaban de la colonia de Cuba; el
del Comercio, en la Casa Cordero; el Imperial, entre la Carrera de San Jerónimo
y Alcalá; el Oriental, esquina a Preciados; el Colonial, lugar de reunión de
los escritores de la Generación del 98…
Este
era el escenario de la actividad madrileña. Lo había sido en siglos anteriores
y lo fue en el XIX, tanto en la primera mitad como en la segunda cuando la
plaza fue ampliada y modernizada. Para conocerlo con detalle, además de las
narraciones antes citadas, y las fotografías, cuadros y revistas cómico-líricas
que han llegado a nuestros días, es muy curioso el testimonio de una obra titulada “El viaje crítico alrededor
de la Puerta del Sol”, publicada en 1874 en diversas entregas por el escritor
Manuel Ossorio.
Como
consecuencia de la Guerra de la Independencia muchos edificios de la plaza habían
quedado dañados. Apenas terminada la contienda, en 1815 un gran incendio de las
casas que había entre las calles del Arenal y del Carmen, contribuyó a que se deteriora
más el ambiente urbano y que los responsables municipales comenzaran a pensar
en remodelar la plaza. La desamortización de Mendizábal tuvo como consecuencia
que, a partir de 1836, se demolieran numerosos edificios religiosos y en la
Puerta del Sol desparecieron la emblemáticas iglesias del Buen Suceso y de Nuestra Señora de las Victorias y el
monasterio de San Felipe el Real, cuyos solares se aprovecharían para aumentar
las dimensiones de la Plaza en la remodelación a la que sería sometida a partir
del comienzo de la segunda mitad del siglo. En esa época era una “plazuela
desigual” de apenas 800 metros cuadrados que además de ser paso obligado de
todos los madrileños que tenían que cruzar el centro de la ciudad, -según las
crónicas -soportaba un tráfico de “3.950 carruajes y 1.414 caballerías”. Por fin, en 1852 el ayuntamiento consideró
una serie de reformas urbanas, entre ellas las que afectaban a la Puerta del
Sol, considerada de “utilidad pública”. Sucesivos planes y las correspondientes
demoras administrativas, aparte de las crisis políticas que vivía el país,
hicieron que hasta el 28 de junio de 1858 no se aprobara definitivamente el
proyecto de Lucio del Valle, José Morer y Juan Rivera. La superficie de la
plaza se iba a aumentar a mas de 12.000 metros cuadrados, lo que suponía una obra
de tal envergadura que, de todos los edificios entonces existentes en la plaza,
solo quedarían en pie la Casa de Correos y la Casa Cordero levantada en 1841 en
el solar que había ocupado el Monasterio de San Felipe, en la entrada de la
calle Mayor. Las demoliciones dejaron un aspecto tan desolador que un autor de
la época, Wenceslao Ayguals, comparó la zona con otro “Sebastopol bombardeado”.
El
5 de diciembre de 1858 se procedió a la construcción de la primera casa entre
las calles Preciados y Carmen, y la reforma finalizó en el mes de junio de
1860. En ese mes, con la presencia de la Reina Isabel II, se inauguró en el centro de la plaza una gran
fuente monumental con un chorro de agua de 30 metros, del que el escritor Fernández
y González comentó: “¡Oh maravilla de la civilización, que pone los ríos de
pie!”….La fuente, conocida por los madrileños como “del chorro”, se encuentra
hoy situada en el Retiro frente al Palacio de Cristal, en medio de un pequeño
lago. En 1862 se completó la
pavimentación con adoquines en las aceras. La nueva plaza, de forma semi-elíptica,
tenia un aspecto homogéneo con edificios lujosos de estructura similar y una
altura de 30 metros. En ellos se instalaron los mejores hoteles de Madrid: la
Fonda de los Príncipes, el Gran Hotel de Oriente, el de la Paz, el del Universo
y el Gran Hotel de París. En 1863 se colocaron los primeros urinarios públicos
de la ciudad, entre las calles Preciados y Arenal. El transporte colectivo se
inauguró en 1854 con diversas líneas de ómnibus tirados por mulas. Los famosos
“ripperts” facilitaban los traslados urbanos desde la Puerta del Sol a los
diferentes barrios de la capital. La primera línea de tranvías, arrastrados por
caballerías, hacía el trayecto entre la Puerta del Sol y el barrio de
Salamanca. Los diarios de 1871 daban cuenta de la aparición de los primeros
“trans-vias” eléctricos. La línea electrificadas se ampliaron en 1898.
Por
cierto que ese año las crónicas de sociedad contaban el acontecimiento de que
en el Hotel Universal el día 31 de diciembre se tomaron 12 uvas coincidiendo
con las doce campanadas del reloj de Gobernación. Pero ya un año antes los
periódicos comentaban: “es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las 12
horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”. La tradición fija
en el 31 de diciembre de 1896 la costumbre de tomar las uvas al compás de las
campanadas del reloj de la Puerta del Sol.
En
el siglo XXI sigue manteniéndose la tradición. Deseamos a nuestros lectores que
tengan una feliz ingestión de las uvas el próximo día 31 de diciembre del año
de gracia de 2014.