miércoles, 11 de febrero de 2015

                      EL  PASEO  DEL  PRADO   (II)


El lugar de esparcimiento de los madrileños  llamado Prado Viejo en el reinado de los Austrias, sufrió grandes cambios durante el gobierno de los Borbones. El espíritu ilustrado de Carlos III, que tanto contribuyó a transformar la capital del reino, quiso hacer allí un paseo monumental en el que se conjugaran la belleza y la utilidad, el arte y la cultura. Encomendó en 1781 al capitán de ingenieros y arquitecto don José de Hermosilla las obras de remodelación de la zona, que supusieron una ingente tarea de movimientos de tierras para entubar el arroyo de Valnegral, rellenar el barranco por el que discurría entre Atocha y Recoletos, allanar desmontes, trazar calles y plazas, urbanizar el salón central, plantar árboles y jardines y levantar bellas fuentes ornamentales como la de la diosa Cibeles, el dios Neptuno, Apolo o las Cuatro Estaciones, las que forman el conjunto llamado  Cuatro de Oros y la de la Alcachofa, que han llegado todas a nuestros días.

Contó para ello con la colaboración del arquitecto Ventura Rodríguez, Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid,  y de los mas afamados escultores de la época como Robert Michel, Francisco Gutiérrez, Alfonso Giraldo, Alfonso Vergaz, Juan Pascual de Mena.... El resultado, al cabo de mas de siete años de trabajos, fue el gran paseo-salón  de Prado. El Jardín Botánico y el edificio encargado a Juan de Villanueva para Gabinete de Ciencias Naturales, más tarde Museo de Pintura, fueron dos de las grandes obras realizadas en el Prado Viejo que se completaron con edificaciones al otro lado del paseo como la Real Fábrica de Platería Martínez, junto a los palacios del duque de Lerma, de Villahermosa y de Monterrey,  cuyos solares posteriormente fueron ocupados por el Hotel Palace, el Museo Thyssen o el Banco de España.

En lo que hoy es la Plaza de la Lealtad, donde en 1637 había estado el juego de pelota del Palacio del Buen Retiro, se proyectó construir una columnata semicircular cubierta, en la que se instalarían cafés y tiendas pero los acontecimientos que ocuparon los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX lo impidieron. 
En esta zona, en 1840,  la reina Isabel II inauguró en una solemne ceremonia, el mausoleo que se levanta en medio de un romántico jardincillo rodeado por una verja. En él se depositaron los restos de los militares Daoíz y Velarde junto con los de otros héroes del patriótico levantamiento del dos de mayo de 1808. El monumento, diseñado por el arquitecto Isidoro González Velázquez, está  formado por un obelisco de 29 metros, una urna sepulcral y estatuas alegóricas esculpidas por José Tomás, Francisco Elías, Sabino de Medina y Francisco Pérez. Delante arde una llama votiva en honor de todos los que dieron su vida por la Patria. 

En la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a urbanizarse los terrenos próximos al Prado que habían pertenecido al desaparecido Palacio del Buen Retiro, del que solo quedan los edificios del Casón y el  Salón de Reinos. Próximos a ellos se construyeron en la última década la Real Academia de la Lengua (1894), junto a la vieja e histórica iglesia de los Jerónimos, y el Palacio de la Bolsa (1893).

Y mas adelante aparecieron en el entorno del Paseo del Prado nuevas edificaciones: el  Banco de España, el Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Linares...Pero de ello se escribirá en sucesivas entregas.