EL PASEO DEL PRADO
(II)
El lugar de esparcimiento de los
madrileños llamado Prado Viejo en el reinado de los Austrias, sufrió
grandes cambios durante el gobierno de los Borbones. El espíritu ilustrado de
Carlos III, que tanto contribuyó a transformar la capital del reino, quiso
hacer allí un paseo monumental en el que se conjugaran la belleza y la
utilidad, el arte y la cultura. Encomendó en 1781 al capitán de ingenieros y
arquitecto don José de Hermosilla las obras de remodelación de la zona, que
supusieron una ingente tarea de movimientos de tierras para entubar el arroyo
de Valnegral, rellenar el barranco por el que discurría entre Atocha y
Recoletos, allanar desmontes, trazar calles y plazas, urbanizar el salón
central, plantar árboles y jardines y levantar bellas fuentes ornamentales como
la de la diosa Cibeles, el dios Neptuno, Apolo o las Cuatro Estaciones, las que
forman el conjunto llamado Cuatro de Oros y la de la Alcachofa, que han
llegado todas a nuestros días.
Contó para ello con la colaboración del arquitecto Ventura Rodríguez, Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid, y de los mas afamados escultores de la época como Robert Michel, Francisco Gutiérrez, Alfonso Giraldo, Alfonso Vergaz, Juan Pascual de Mena.... El resultado, al cabo de mas de siete años de trabajos, fue el gran paseo-salón de Prado. El Jardín Botánico y el edificio encargado a Juan de Villanueva para Gabinete de Ciencias Naturales, más tarde Museo de Pintura, fueron dos de las grandes obras realizadas en el Prado Viejo que se completaron con edificaciones al otro lado del paseo como la Real Fábrica de Platería Martínez, junto a los palacios del duque de Lerma, de Villahermosa y de Monterrey, cuyos solares posteriormente fueron ocupados por el Hotel Palace, el Museo Thyssen o el Banco de España.
En lo que hoy es la Plaza de la Lealtad, donde en 1637 había estado el juego de pelota del Palacio del Buen Retiro, se proyectó construir una columnata semicircular cubierta, en la que se instalarían cafés y tiendas pero los acontecimientos que ocuparon los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX lo impidieron.
En esta zona, en 1840, la reina
Isabel II inauguró en una solemne ceremonia, el mausoleo que se levanta en
medio de un romántico jardincillo rodeado por una verja. En él se
depositaron los restos de los militares Daoíz y Velarde junto con los de otros
héroes del patriótico levantamiento del dos de mayo de 1808. El monumento,
diseñado por el arquitecto Isidoro González Velázquez, está formado por un
obelisco de 29 metros, una urna sepulcral y estatuas alegóricas esculpidas por
José Tomás, Francisco Elías, Sabino de Medina y Francisco Pérez. Delante arde
una llama votiva en honor de todos los que dieron su vida por la Patria.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a urbanizarse los terrenos próximos al Prado que habían pertenecido al desaparecido Palacio del Buen Retiro, del que solo quedan los edificios del Casón y el Salón de Reinos. Próximos a ellos se construyeron en la última década la Real Academia de la Lengua (1894), junto a la vieja e histórica iglesia de los Jerónimos, y el Palacio de la Bolsa (1893).
Y mas adelante aparecieron en el entorno del Paseo del Prado nuevas edificaciones: el Banco de España, el Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Linares...Pero de ello se escribirá en sucesivas entregas.
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