Comenzamos la serie por la Puerta del Sol, una de las referencias mas conocidas y populares de
la capital, aunque no de las mas antiguas ya que su existencia en la topografía
y la historia de la Villa empieza en el siglo XV. Hasta entonces era un
descampado en el que terminaba la calle Mayor y se iniciaban los caminos que
llevaban a Alcalá de Henares, Vallecas, Fuencarral y Hortaleza.
Cuando el crecimiento y la expansión del poblado
castellano, ya bajo el gobierno de los primeros Austrias, obligó a hacer una
segunda muralla en el entorno de la población, se abrió una puerta por el lado
oriental de la plaza, entre las actuales calles de Carretas y Montera, frente a
la carrera de San Jerónimo.
El licenciado López de Hoyos escribiendo en 1570
sobre la Puerta del Sol, nos dice que “...ésta tuvo este nombre por dos
razones; la primera porque está ella a Oriente y, en naciendo el sol, parece
ilustrar y desparcir sus rayos por aquel espacio; la segunda porque cuando en
España hubo aquellos alborotos, que comunmente llaman las Comunidades, este
pueblo...fabricó un castillo, en el cual pusieron un sol encima de la puerta,
que era el común tránsito y entrada de Madrid...”.
En el reinado de Felipe II comenzó la urbanización
de esta plaza. El lugar, que era alargado y estrecho, tuvo a su alrededor en
los siglos XVI y XVII un laberinto de callejas con “casas informes y mezquinas”, según Mesonero Romanos. Pero había
allí también algunos edificios principales como la Inclusa, entre lo que hoy son las calles de Carmen y Preciados; que
pronto fue demolido, el monasterio de
San Felipe el Real, los conventos de
Nuestra Señora de la Victoria y del
Buen Suceso y la famosa fuente de la
Mariblanca, como era popularmente conocido el monumento coronado por una
estatua de Venus, en cuyos cuatro caños llenaban sus cántaros los aguadores.
La Puerta del Sol quedaba delimitada en el siglo
XVII por dos espacios: el oriental protagonizado por la iglesia del Buen Suceso
y el convento de Nuestra Señora de la Victoria y la parte occidental ocupada
por el Monasterio de San Felipe. Se puede apreciar en esta reproducción del
Plano de Madrid realizado en 1656 por el tipógrafo Pedro Teixeira.
El origen de la iglesia del Buen Suceso está en el Hospital Real de la Corte, que
los Reyes Católicos habían fundado en Baza en 1489 para atender a las
enfermedades y accidentes que ocurriesen a sus cortesanos. El emperador Carlos
V lo trasladó definitivamente a Madrid en 1529 mandando edificarlo fuera de los
muros de la ciudad, junto a la puerta del Sol, entre lo que hoy son la calle de
Alcalá y la carrera de San Jerónimo. Con el paso de los años el edificio fue
modificado y enriquecido debido a las necesidades del culto y a las nuevas
demandas asistenciales. El cronista Fernández de Herrera, al describir la vida
de Bernardino de Obregón, hace la primera descripción de la iglesia: “…se ha
labrado un edificio grandioso, puesto en lo mejor de Madrid a la puerta que
llaman del Sol, en el principio de la que llaman Carrera de San Jerónimo y el
fin de la famosa calle Mayor….la iglesia hace frontera a la plazuela…con una
fachada vistosa y opulenta….”. En el levantamiento del 2 de mayo de 1808
sufrió grandes daños convirtiéndose en un símbolo de la resistencia de los
madrileños. En 1854 se derribó el edificio y en 2006 se encontraron sus
cimientos que se pueden contemplar, debidamente acondicionada su exposición, en
el acceso desde la estación de Cercanías a la del Metro en
el complejo multimodal de Sol.
Junto a la iglesia del Buen Suceso, entre la calle
de la Victoria y la carrera de San Jerónimo se extendía el convento de Nuestra Señora de la Victoria, construido en 1561 con
el favor de la reina Isabel de Valois y
que estuvo muy de moda durante los reinados de los reyes Felipe III y Felipe
IV.
Iglesias del Buen Suceso y de Nuestra Señora de la
Victoria (siglo XVIII) (izquierda)
y del Buen Suceso en ilustración del siglo XIX
(derecha)
Frente a la iglesia del Buen Suceso, se alzaba una
airosa fuente, llamada de la Fe. Había sido diseñada por el escultor italiano
Rutilio Gaci (1570-1634), autor también de otras fuentes monumentales en las
plazas de las Descalzas Reales, del Salvador y de Puerta Cerrada. En el año
1625 se colocó en la parte superior de la fuente del la Puerta del Sol una
bellísima escultura traída de Italia, y que por su blancura fue popularmente
conocida como la “Mariblanca”. Y se
mantuvo en lo alto de las sucesivas fuentes que fueron sustituyendo a la de la
Fe. La última, obra del arquitecto madrileño Pedro de Ribera en 1727, fue llamada
“de las Arpías” porque estaba compuesta por cuatro figuras que las
representaban y que vertían agua por sus pechos. A partir de 1838 la
fuente fue objeto de diversos traslados
y ubicaciones siempre con la Mariblanca en su parte superior, hasta que en 1984
se desmontó y la bella estatua italiana se guardó en el Museo de Historia de
Madrid donde puede ser contemplada. El alcalde Tierno Galván mandó hacer una copia
que se exhibió inicialmente en el mismo emplazamiento donde durante mas de dos
siglos había estado la original. A partir de 2009, coincidiendo con la última
reforma de la Puerta del Sol, la copia se ubicó en el comienzo de la calle del Arenal.
Fuente
de la Mariblanca en el siglo XVIII
En el extremo de la plaza en que terminaba la calle
Mayor, la principal de la Corte, esquina a lo que hoy es la calle de los
Esparteros, había desde 1545 un convento llamado de San Felipe el Real, del que el rey Felipe II era un gran devoto.
Este convento estaba edificado sobre una plataforma para salvar el desnivel del
terreno. Debajo de esta plataforma, llamada lonja de San Felipe y a la que se
accedía por unos escalones desde la calle Mayor, había unas covachuelas que
servían de mercadillo en las que se vendían disciplinas, cilicios, juguetes,
velas y todos tipo de fruslerías. En las gradas y en la Lonja se reclutaban
soldados para la guerra de Flandes y allí también se congregaban los madrileños
desocupados, buscones y cotillas de la Corte para, según decía el doctor Diego
de Torres Villarroel, “atizar almas,
encender conciencias, soplar créditos y desaliñar linajes”. No había en la
ciudad noticias, sucesos o rumores, falsos o verdaderos, que no se comentaran
en las Gradas de San Felipe, a las que Vélez de Guevara, denominaba “…el
mentidero de los soldados, de donde salen las nuevas primero que los sucesos…”
Convento
de San Felipe con su Mentidero.
El Convento y el “mentidero de Madrid”, maltratados
durante la guerra de la Independencia,
desaparecieron en 1838 y en su solar se construyó el primer edificio de
apartamentos de la ciudad, las llamadas Casas de Cordero.
Pero de lo que ocurrió en la Puerta del Sol a
partir del siglo XVIII se escribirá en una próxima entrega.
me parece muy interesante gracia
ResponderEliminarSe agradece la opinión. Como diría un castizo de esta Villa y Corte: "A servir, que p´a eso estamos". Efectivamente muy interesante la historia de nuestra Plaza. Dentro de unos días aparecerá otro página.
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