La Plaza
de Cibeles
Con motivo de las pasadas
elecciones municipales, el edificio de la fotografía que encabeza esta postal
de Madrid, ha sido una imagen muy repetida en los medios de comunicación ya que
su simbólica “posesión” era el principal objetivo de los partidos que disputaban
la alcaldía madrileña.
Este edificio, es uno de los monumentos que enmarcan la plaza situada
en la en la intersección de los dos grandes ejes que cruzan la ciudad de norte
a sur y de este a oeste.
A mediados del siglo XVIII muy próxima a este lugar, entonces alejado del
centro de la Corte, estaba la Puerta de Alcalá, no la que hoy podemos
contemplar, construida en 1778 como un bello arco de triunfo en honor de Carlos
III, sino otra mas modesta levantada en el año 1599 que estaba formada (según
el cronista Mesonero Romanos) por dos mezquinas torrecillas colocadas entre las
tapias de las huertas del prado de Recoletos y las de los jardines reales del
Buen Retiro.
A las muy bellas perspectivas que
desde esta amplia plaza se contemplan hay que añadir la monumentalidad de los otros
edificios que se levantan en sus esquinas: el Banco de España y los palacios de
Buenavista, Linares y el antiguo de Correos y Comunicaciones, hoy sede del
Ayuntamiento de Madrid. El primero se construyó a partir de 1884, sobre
proyectos de Eduardo de Adaro y Severiano Sainz de la Lastra, en el solar en el
que estuvo el palacio del marqués de Alcañices, gran amigo y ayo del rey
Alfonso XII a cuyo retorno al país
contribuyó en gran manera.
El edificio de Correos,
inaugurado por los Reyes en 1919, fue erigido sobre los antiguos jardines de la
Huerta de San Juan y es obra de los arquitectos Antonio Palacios y Joaquín
Otamendi. Por su monumentalidad y original estilo los madrileños de la época lo
apodaron “la catedral de Nuestra Señora
de las Comunicaciones”.
A su lado se alza el palacio de
Linares edificado en 1872 en parte de los terrenos del antiguo Pósito. Es una
muestra de la arquitectura madrileña del siglo XIX y de los pocos que se
conservan construídos para la aristocracia y la alta burguesía en la zona de
Recoletos. Cerrado durante muchos años, tuvo su particular “leyenda” de
fantasmas y ruidos y voces extrañas. Actualmente es sede del centro cultural
iberoamericano conocido como la Casa de América.
La cuarta esquina de la plaza de
Cibeles la ocupan los jardines del palacio de Buenavista encargado a finales
del siglo XVIII por la famosa duquesa de Alba, María Teresa Cayetana, a la que
Goya inmortalizó en sus cuadros. Este palacio, que la duquesa, fallecida en
1802, no pudo ver terminado, ha tenido desde entonces muchos y distinguidos
destinos y moradores. Lo adquirió el Ayuntamiento de Madrid para regalárselo a
Godoy, que no pudo disfrutarlo por la
llegada de los franceses. Tras la expulsión de las tropas de Napoleón, fue convertido en parque de
artillería y mas tarde en museo militar. El general Serrano habitó en él en su
etapa de Regente. En 1860, tras la victoria de Tetuán, sirvió como embajada del
sultán de Marruecos y poco después, el general Prim lo destinó a Ministerio de
la Guerra y residencia del Presidente del Consejo de Ministros. Como tal vivió
este estadista en el Palacio de Buenavista hasta el atentado en la cercana
calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) que le costó la vida.
Pero el monumento principal de
este enclave madrileño tan especial es el que le da nombre a la plaza: la
fuente de Cibeles.
En esta espaciosa alameda abierta entre huertas y
jardines se construyó a partir de 1780 una hermosa fuente monumental dedicada a
la diosa Cibeles según el proyecto de ornato para el paseo del Prado (junto con
las fuentes de Neptuno, la Alcachofa y la de Apolo y otras menores) diseñado
por Ventura Rodríguez. Desde entonces la
plaza siempre ha sido conocida como la de “la Cibeles” a pesar de que el año 1900 el Ayuntamiento se
la dedicó al insigne estadista Emilio Castelar.
La hermosa matrona está sentada
en un carro tirado por dos leones y en sus manos tiene un cetro y una llave. El
monumento, tallado en piedra blanca de Colmenar, fue diseñado por el famoso
arquitecto y maestro de obras del ayuntamiento de la ciudad. La diosa y el
carro son obra del escultor Francisco Gutiérrez, y los leones del francés
Robert Michel, todos artistas destacados en el Madrid de finales del siglo
XVIII.
En el XIX se le colocaron dos
amorcillos a su espalda y pasó a ocupar el centro de la nueva y gran plaza, ya que anteriormente
estaba en un lateral junto al Palacio de Buenavista, como se puede comprobar
por ilustraciones de épocas anteriores.
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